En México, las prácticas agroecológicas no solo promueven la preservación de recursos naturales y del medio ambiente, sino que también potencian la capacidad productiva de los cultivos. Este artículo explora quince prácticas agroecológicas agrupadas por funciones. Se trata de una serie de iniciativas puestas en marcha por el proyecto de Faros Agroecológicos.
Las prácticas agroecológicas son un gran apoyo para producir alimentos nutritivos, sanos y sin residuos tóxicos procedentes de químicos, como el glifosato, por ejemplo. Pero, ¿cómo contribuyen estas prácticas a la salud del suelo y a la biodiversidad local? ¿qué beneficios ofrecen en términos de eficiencia en el uso de recursos y reducción de costos para los agricultores? Pues buen, desde el deshierbe selectivo hasta la utilización de fertilizantes orgánicos y la implementación de coberturas vivas y muertas para proteger los suelos, cada técnica busca integrar conocimientos científicos y saberes tradicionales en pro del desarrollo sostenible.
En este artículo se muestra cómo la adopción de prácticas agroecológicas puede transformar positivamente el panorama agrícola hacia una producción más armoniosa y respetuosa con el entorno natural.
Deshierbe para un control preciso de malezas
La eliminación de las hierbas mediante procedimientos manuales o mecánicos, es un paso fundamental en la gestión de malezas.
Ya sea con el uso de herramientas o de maquinaria, estas técnicas permiten erradicar selectivamente las plantas no deseadas, sin recurrir a herbicidas químicos.
Alianza con la naturaleza
El control biológico implica la introducción de organismos beneficiosos para regular plagas y enfermedades de los cultivos. De esta manera, se estimula la preservación del equilibrio natural y se reduce la dependencia de los pesticidas sintéticos.
Compostas y lixiviados
La composta es un abono natural elaborado mediante la descomposición de materiales orgánicos, como: cáscaras de huevos, fragmentos de verduras, residuos de origen vegetal (tallos, hojas) y animal (huesos, piel), además de desechos de jardinería y embalaje, entre otros elementos.
La composta mejora las propiedades del suelo, incrementando su capacidad de retención de humedad. Asimismo, constituye una fuente de nutrientes para microorganismos e impulsa el crecimiento sano de las plantas. Para más información sobre los La Composta, lee nuestro artículo en el blog.
Por su parte, los lixiviados son sustancias líquidas que se encuentran entre los desechos de materia orgánica. Estos líquidos brindan grandes beneficios a los suelos por los microorganismos que poseen. Para más información sobre los lixiviados, lee nuestro artículo en el blog.
Se pueden elaborar lixiviados de compostas, agregándoles agua. De esta forma, se produce un líquido rico en nutrientes, tras su fermentación. La idea es regar directamente el follaje de las plantas, así como sustratos y suelos.
Cobertura viva y muerta para cuidar los suelos
Tanto la cobertura viva como la muerta constituyen estrategias para proteger los suelos de la erosión y mejorar su estructura.
La cobertura viva se fundamenta en el empleo de cultivos vivos, con el objetivo de producir competencia entre las malezas por nutrientes, agua y luz. De esta manera, se previene la degradación de los suelos.
La cobertura muerta se fundamenta en el uso de desechos o rastrojos con los cuales se tapan los suelos. Estos elementos ayudan a reducir la degradación del suelo.
Fertilizantes y bioinsumos para nutrir
Usar fertilizantes orgánicos y bioinsumos proporciona los nutrientes necesarios para el crecimiento saludable de los cultivos. Lógicamente, a esto se le debe sumar el hecho de que estos productos naturales no generan los efectos perjudiciales de los agrotóxicos sobre la salud y los alimentos
Barreras y rotación de cultivos como estrategias Integradas
La colocación de barreras físicas representa una opción válida para el control de plagas. De la misma forma, se genera un resguardo -poco invasivo- contra el viento e, incluso, en áreas inclinadas previene la erosión del suelo.
Asimismo, la rotación de cultivos conserva la biodiversidad a través de la alternabilidad de los tipos de plantas. Esto facilita el ciclo de absorción de los nutrientes del sustrato.
Ambas prácticas incrementan la resiliencia del ecosistema, además de contribuir con el control de plagas y enfermedades.
Reducir la perturbación del suelo
La labranza mínima y la cobertura inorgánica son técnicas que minimizan la perturbación del suelo, conservando su estructura y microbiota.
La primera práctica implica la apertura de pequeños surcos en el suelo, donde se colocan las semillas, sin afectar los alrededores. Mientras que la segunda se fundamenta en el uso de materiales sintéticos para cubrir el suelo y evitar su degradación.
Tratamiento de semillas y conservación de flora y fauna
Dos prácticas representan una gran ayuda para el manejo de plagas y enfermedades. Por una parte, el tratamiento de semillas, es decir, el procesamiento de éstas con miras a consolidar unos cultivos sanos. Por otro lado, es prioritario conservar la flora y la fauna silvestre, preservando el ecosistema y la biodiversidad.
Hacia una producción agrícola armoniosa
Las prácticas agroecológicas anteriormente señaladas ofrecen un enfoque holístico y sostenible de la producción de alimentos. La armonía entre la agricultura y el medio ambiente resulta fundamental, no solo para el cuidado del entorno natural, sino también para un incremento sostenible de la productividad.
Resulta evidente que no es necesario sacrificar el cuidado del ecosistema para garantizar la seguridad alimentaria. Al contrario, al adoptar estas técnicas, los agricultores cultivan responsablemente y aseguran productos sanos y de calidad.
Si te ha interesado este artículo, te invitamos a explorar otros contenidos relevantes en nuestro sitio web: Los Faros Agroecológicos: Innovación, Educación y Acompañamiento Técnico en la Agricultura Sostenible
0 comentarios